miércoles, abril 29, 2009

El gesto de la semana: "Un techo para la campaña"




"Un techo para Chile", llamado "El techo" por casi la totalidad de sus miembros, nace alrededor del año 1997. En ese entonces, un grupo de jóvenes -principalmente de la Pontificia Universidad Católica- bastante "tocados" con lo visto en los trabajos de invierno y de verano deciden trabajar de manera más constante en la erradicación de la extrema pobreza de nuestro país.
El asunto va tomando cuerpo y sumando voluntarios hasta formalizarse como tal el año 2000.

La meta: llegar al bicentenario (18 de Septiembre del 2010) sin campamentos.

No sólo eso, vale la pena hacer ver que la iniciativa se ha internacionalizado en "Un techo para mi país" (con el auspicio de Lan, entre otras empresas), llegando a gran parte de Latinoamérica.

Pese a que el trabajo de "Un techo..." es bastante más complejo (incluyendo un centro de estudios y asesorías internacionales) y contempla el apoyo para lograr una vivienda definitiva, en su objetivo primario lo que deben hacer es reemplazar los campamentos por mediaguas de 18 metros cuadrados. Y es por lo que son conocidos y -no pocas veces- criticados.

Digamos lo obvio: esto no soluciona la extrema pobreza en el país. No se atacan sus causas, sino que meramente se maquillan y "dignifican" sus condiciones de vida, es decir, los efectos.

Digamos lo obvio nuevamente: peor es nada. Que jóvenes privilegiados, sensibles y bienintencionados sacrifiquen vacaciones para trabajar en campamentos no le hace mal a nadie. Todos ganan: el joven se siente bien tras su "obra", la familia pobre tiene ahora una casa de un material más sólido, y si la memoria no falla, cuando ese joven sea un exitoso profesional puede que tenga en mente esta experiencia tanto en su trato con gente menos privilegiada como en su carrera profesional misma.

Quizás esta experiencia lo marque tanto que quiera transformar de verdad el país, porque con mediaguas no basta.

Quizás esas ganas de transformar al país lleven al joven bienintencionado a considerar la política. Es decir, partimos de la base de que es bienintencionado. Tanto, que cree que en la política se pueden hacer los cambios.

Quizás, más allá de considerar la política, se meta en ella. Pero como es bienintencionado y no ciego, sabe que la política "está mal" y que hay que "cambiarla por dentro". Él cree que puede hacer eso, mal que mal comenzó proponiéndose erradicar la extrema pobreza.

Y aquí es donde el idealismo se encuentra con la pragmática e interesada "Realpolitik". El candidato añejo, de siempre, que lleva años metido en lo mismo necesita un aire de renovación...
¿Qué mejor que su opuesto, un joven bienintencionado?

Digamos lo obvio: ni Frei ni Piñera revisten alguna novedad o cambio real en la política. Frei comenzó con esto porque desde principios de los '90, cuando se hacían los primeros estudios para sondear su imagen, siempre encontró gran resistencia en la juventud. Es un hecho: Frei da lata.
Tanto es así, que en ese momento sus "creativos" lanzaron una campaña con la frase "jóvenes con Frei", que venía con dibujos coloridos y frases "progres" del tipo "Mata un pájaro de mal agüero. Jóvenes con Frei".

Los tecnócratas-políticos de la campaña de Piñera, con la ilusión propia de creer que están jugando "Ataque", vieron que había que "contrarrestar" el nombramiento de un sub 30 como coordinador general de la campaña del concertacionista. Para eso no se les ocurrió nada mejor que presentar a Francisco Irarrázaval (en algunos medios he visto su apellido escrito con B), de 33 años como encargado de las áreas social y electoral de la campaña. Algo me dice que sólo se dedicará a esto último. De hecho, él mismo al describir su labor decía que "si votan los mismos, van a seguir gobernando los mismos".
Lo patético y burdo del asunto, es que lo presentaron como el "ideólogo" de "El techo". Y no sólo eso: Irarrázaval ya llevaba más de un año trabajando en la campaña de Piñera en el denominado grupo Tantauco.

Digamos lo obvio otra vez: podrán llenar la campaña de jóvenes, niños, curas, osos de peluches o perros abandonados, pero los candidatos siguen siendo Frei y Piñera con su fomedad y falta de empatía intrínseca respectivamente.

Digamos lo obvio una vez más: ni Bowen ni Irarrázaval son ministros ni nada por el estilo. Sólo están en la campaña, y las campañas son para ganar. Lo que pase después es otra cosa.
O mejor dicho, la misma cosa de siempre.

Tal como "Un Techo para Chile" no solucionará el problema de raíz de la extrema pobreza, poner "jóvenes sensibles" en la campaña no solucionará el gran desencanto que muchos jóvenes sentimos hacia la política actual, los políticos actuales y sobre todo a los "bloques binominales".

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda

Por Favor, reAcciones

P.S.1: Casi me domina la mentalidad binominal. En el comando del candidato del Juntos Podemos, Jorge Arrate -otro dinosaurio de la política criolla- también hay un "joven" de coordinador general. Su nombre es Salvador Muñoz y es un estudiante de Sociología (gracias a Jorge A. Gómez Arismendi por la rectificación) de sólo 23 años. Al igual que Bowen cree que no está solo para dar la cara y que de verdad está para "cambiar las cosas".

P.S.2: Agradezco a Valentina y a Javiera Asecio por la información aportada que ayudó a construir esta columna. En cualquier caso, las opiniones vertidas aquí son sólo de mi responsabilidad.

jueves, abril 23, 2009

Las siete mentiras capitales: "La competencia"


Es como mala leche patear a alguien cuando está en el piso. Aprovecharse de su mal momento, por decirlo de alguna manera. Pero este no es el caso.
Por un lado, porque los susodichos están lejos de estar "en el piso", y por otro lado porque la famosa colusión es lo realmente mala leche si lo comparamos con subirnos al carro de la denostación pública hacia el oligopolio farmacéutico.

Pero la verdad es que no nos quedaremos en esto tampoco. A quien realmente le queremos dar en el piso es al mercado mismo y su propaganda. Aquello que se supone que lo justifica como sistema económico. Como el "óptimo" para algunos, como el "menos malo" para otros.
Para eso fue que nació este ciclo hace algunos meses con una crítica al mismo concepto de "mercado", así que ahora es el turno de la segunda mentira del capitalismo: tal como leyeron en el título, La Competencia.

Desde Adam Smith (e incluso antes) que se defiende a la competencia como una piedra angular del sistema de libre mercado, y como el supuesto asegurador del máximo beneficio para el consumidor: productos de calidad y a bajo precio. Todos ganamos con la competencia.
Además que la famosa competencia se supone que incentiva el desarrollo de nuevas estrategias, nuevos productos, innovación y aumento de la productividad....
Increíble, todos ganan.
Y como si fuera poco, se refuerza esa supuesta masculinidad (con todo respeto a las estimadas lectoras) que tiene el espíritu de competencia como un impulso natural.

Se supone...
Todo perfecto hasta aquí. Teoría pura, que muchos economistas "serios" insisten en repetir como loros. Y no sólo ellos.
También lo hacen los grandes (e indispensables) guardianes estatales del libre mercado: Superintendentes, tribunal de la libre competencia, fiscalía nacional económica, Sernac.

Ahora, si es tan fundamental la competencia, ¿Cómo nos explicamos la tendencia en el capitalismo a disminuirla cada vez más?
Pues para esto basta desempolvar a uno de los grandes visionarios y más agudos analistas de este sistema, cuando recién se estaba asentando: El capitalismo tiene como impulso principal la acumulación del capital.
En términos simples, vale la pena separar analíticamente el capitalismo del libre mercado. En este sentido, si bien la competencia es necesaria para el libre mercado, no lo es para el capitalismo.
Si aceptamos que la tendencia a la acumulación y la concentración del capitalismo es una fuerza mucho más grande que la fiscalización e intentos de asegurar la libre competencia, comprenderemos que el libre mercado tiende a su desaparición. No así el capitalismo. El tétrico panorama sería algo así como una especie de "Fascismo Corporativo".

Ahora, ¿Qué es esta tendencia a la acumulación y la concentración?
La dura realidad -o la paradoja, si se quiere- es que la competencia es destructiva. Por definición, tu bienestar depende -en términos competitivos- de superar a tu adversario. El resultado tiende a que el más fuerte sobreviva y que el débil colapse. El más fuerte puede comprar en volúmenes más altos, por lo tanto, puede ofrecer un precio más bajo. A eso súmele que el más fuerte goza de oportunidades de crédito bastante más amplias que el débil, por lo que puede darse el lujo de vender bajo el costo y tener pérdidas mientras el más débil se asfixia y no le queda otra que cerrar o vender su local al más fuerte. Es lo que sucede con el modelo que emplea D&S a través de sus Líder y Ekono, que hacen quebrar al clásico "almacén de barrio". Además de las matonescas relaciones que tienen con sus proveedores: "te compro a este precio, y si no te gusta, ve a quién le vendes tus toneladas de productos".
[Hablando de D&S y su reciente compra por Wal Mart: en Estados Unidos este agresivo modelo es tan destructivo que los precios de los locales comerciales y terrenos de un lugar donde llega un Wal Mart CAEN. Todos saben que ningún negocio puede prosperar con un gigante al lado (pulse en "agresivo modelo" más arriba para ver el documental sobre Wal Mart).]

Esto no es competir.

Se hace imposible para un "actor nuevo" entrar en el mercado del "retail". Y lo preocupante de esto es lo que se ilustró con las farmacias: tenemos precios bajos un tiempo, pero sólo hasta que los gigantes decidan subirlos. Cuando lo hagan (y en verdad lo hacen lentamente, con muchas argucias de marketing) será todo un desafío encontrar un lugar alternativo para hacer las compras.

La acumulación no sólo se refiere a la explotación o a la riqueza, tiene que ver también con la propiedad. Una de las formas en que este proceso se expresa -donde se ve su contradicción con la competencia- es en el caso de las fusiones y adquisiciones. Por eso fue tan sorpresivo el "no" que le dieron a la fusión entre Falabella y D&S, y por eso aparece al poco tiempo Wal Mart. O eres el gigante o te vendes al gigante. Pero no sobreviven los "David" entre los "Goliat" del capitalismo.

Las farmacias también entendieron esto. Lo saben. Es mucho mejor hacer una "tregua" en la competencia y en vez de disputarse clientes con precios bajos, ponerse de acuerdo y aumentar las ganancias con sobreprecios coordinados (que varios intuían hace años).

Los grandes ganan.

Y no son los únicos. El coludirse en vez de competir aparece como paso lógico -aunque poco ético- para todo aquél que quiera aumentar sus ganancias. Tiene también la ventaja que a no ser que se cometa la estupidez de dejarlo por escrito o hablarlo delante de alguien de la fiscalía, se hace muy difícil de probar. Por eso es tan raro que Fasa haya confesado.
Pero por otro lado, perfectamente puede haber un cálculo en donde sólo saquen ganancias de esto. La cosa es que así como las farmacias, lo hacen supermercados, clínicas, isapres, productores de trigo (se expresa directamente en el pan), la OPEP (petróleo)...y en general todo el que pueda.

No es la competencia lo que mueve el sistema. Es la acumulación y el egoísmo. Por eso sus efectos son inmorales y destructivos.

Por Favor, reAcciones

P.S.1: A propósito del "control de daños" de Fasa, no pasa sólo por aparecer como "los que confesaron" frente a los que "siguen mintiendo". Tampoco por la baja multa en contraste con sus ganancias. Ni se agota en que el modo de resarcir a los clientes pase por descuentos en productos que les venderán nuevamente (o sea, ganancias). Uno de los grandes manejos comunicacionales ha sido instalar el nombre "Fasa" para el escándalo y no el de "Farmacias Ahumada". Ahora, varios sabemos que uno es el nombre que abrevia al otro y que se usa para las acciones y los productos propios, pero no hace mucho alguien me preguntó con genuino desconocimiento "¿Qué es Fasa?"
Cuando respondí "Farmacias Ahumada Sociedad Anónima", me contestaron "Ahhh".
Al menos hay un segmento de la población que tiene disociados ambos nombres, por lo que para ellos la asociación de la colusión con "Farmacias Ahumada" propiamente tal, aparece como distante.

P.S.2: Sugiero que lean el excelente blog "El economista marginal", indispensable para leer la crisis actual, lejos de los economistas "serios". Asimismo, recomiendo la columna "¿Qué crisis?" de mi amigo Tato.

jueves, abril 16, 2009

La pregunta de Piso Dos


Mi amigo Tato ha puesto en su excelente blog Piso Dos un concurso en el cual se debe indicar al autor de distintas frases "célebres" proferidas por personajes que, para mala suerte del mundo, han logrado tener mucho poder.

Yo elegí:
“Si no hacemos la guerra, corremos el riesgo de fracasar”

Frase que pertenece al antecesor de Obama, George W. Bush (en la foto rodeado de águilas, haciendo el saludo Nazi). A estas alturas la frase ya es todo un clásico obligado en la colección de "bushismos" o frases estúpidas del mono con navaja.
Ahora, como soy mucho más un "tonto grave" que un "chistosito", lo más probable es que no me gane la suculenta "once completa" que Tato promete al ganador, pese a todo he aquí mi fundamentación - de tonto grave- para elegir esta frase:

Si bien puede ser un lugar común hacer ver la estupidez de Bush (lo que implicó una edición del "The Clinic" dedicada eso), me parece que aunque divertido, es mera autocomplacencia.
No deja de ser atractivo (y a la vez desilusionante para el meritócrata liberal tipo Carlos Peña o Pato Navia) constatar que el hombre a la cabeza del país más poderoso sea un imbécil. De alguna manera permite mirarlo "hacia abajo", como si fuera "inferior". Y lo más probable es que para una parte importante de las personas, efectivamente lo sea. Muy cerca nos susurra al orgullo alguna especie de víbora (permítaseme la metáfora tan bíblica): "Si un tipo como Bush pudo ser presidente de EE.UU., eres capaz de cualquier cosa"...

Y ojalá fuera así de simple. Bush pudo darse el lujo de ser estúpido básicamente por pertenecer a un linaje que lleva generaciones influyendo y moviendo los hilos del destino de Estados Unidos, y de gran parte del mundo. Bush no gobernó solo, como probablemente tampoco fue capaz de redactar su programa de gobierno, y sospecho que ninguna decisión importante fue tomada por él realmente. Una gran red está detrás, en donde se cuenta el Council of Foreing Relations (o CFR), el "Proyect for a new american century" (o PNAC), e incluso -sostienen algunos- la misma sociedad secreta (Skulls & Bones) a la que admitió pertenecer desde sus tiempos universitarios.

Con tantas mentes malintencionadas por detrás, Bush fue la marioneta perfecta.
Porque sí: es un imbécil.

Sin embargo, puede que esta frase ofrezca algo más que una incoherencia lógica.
A primera vista es un contrasentido que se fracase en algo que no se ha emprendido. Es obvio, no se puede fracasar en una guerra que no se ha peleado. Pero en este caso creo que la estupidez de Bush apunta más a una indiscresión que a una falacia.

Lo que creo es que efectivamente se puede fracasar sin hacer la guerra, en tanto que aquello en lo que se fracasa va más allá de la guerra. Es más, la guerra es un medio (o un paso) para tener éxito en esto. Y aquí es donde la cosa se pone más fea. Porque para los neoconservadores como los del PNAC, hacer la guerra a Irak y Afganistán era necesario. Se derrocaban gobiernos hostiles y se aseguraba petróleo en el primer caso y las vías para transportarlo, en el segundo.
De esta perspectiva, el sujeto de la frase (el "nosotros") no es el pueblo estadounidense, sino la pandilla tras el programa y decisiones de Bush, donde se incluye (yo adscribo a esta hipótesis) el autoatentado del 11 de septiembre del 2001.

Bush fue un estúpido
-en este caso- por bocón, no por carecer de estructuras lógicas en su pensamiento.

Les dije que soy un tonto grave.

Por Favor, reAcciones.

lunes, abril 06, 2009

Transplantar la decisión


La muerte siempre acarrea una seriedad y delicadeza para tratarla que a muchos lleva incluso a esquivarla. Ni siquiera nombrarla, como si fuera a ser invocada inmediatamente.
A estas alturas no es secreto para nadie la conflictiva relación que tenemos con la muerte, propia de (aspirantes a) occidentales.
Tenemos incorporada una "temporalidad" de la muerte, que desde que se es "adulto mayor" (y con una prolongación que tiende a infinito) pasa a ser aceptable. En caso contrario, la muerte aparece como "inaceptable", o al menos, fuera de lugar.
En otras palabras, es fácil explicarse la muerte de un abuelo porque "ya estaba viejito", mientras aparece como impactante cuando alguien joven -sobre todo niño- muere.

En "John Q" del 2002, dirigida por Nick Cassavetes y protagonizada por Denzel Washington, la tensión la sufre un padre -John Q (Washington)- que en un partido de beísbol ve como su hijo de 10 años se desploma en una corrida. Lo lleva al hospital y le dicen que el cambio en su plan del seguro médico (por uno más barato ya que le habían recortado la jornada en su trabajo) impedía que cubriera la operación -transplante de corazón- que costaba 250.000 dólares. Además, al no ser indigente, tampoco podía acceder a la medicina pública.
Y como si fuera poco, el sólo hecho de poner a su hijo en la lista de espera le costaría 70.000 dólares. La desesperación va en aumento y presionado por su mujer que le dice que "haga algo", John Q. se toma la sala de emergencias del hospital (armado, obviamente), y a todos quienes están dentro como rehenes....lo dejo hasta acá por si no la han visto y desean hacerlo. No es una mala película y puede valer la pena.
En todo caso, hay una escena en la película donde se grafica esa tensión y temporalidad de la muerte de la que hablábamos más arriba: John Q. grita: ¡No voy a enterrar a mi hijo, mi hijo me va a enterrar a mí!
A estas alturas estaba dispuesto a suicidarse para ser el donante de corazón.

Todo esto, como es de costumbre, para llevarnos al (uno de los) tema de la semana: Y es que los medios de comunicación nos han envuelto en las últimas semanas en una verdadera "histeria del transplante".
Al más puro estilo "Jorge Matute Johns" o el caso de las 9 alumnas muertas del colegio Cumbres, cuyo bus de viajes de estudios volcó en Putre, el caso de Felipe Cruzat tuvo una amplia cobertura en la prensa. Mucho más que otros que esperaban donantes. Sería un auto-engaño desconocer que la vida de unos vale más que la de otros, y que hay una correlación bastante odiosa -mucho más que una supuesta interpretación clasista- entre el nivel socioeconómico y la cobertura mediática de quienes son víctimas de tragedias.
Esa sensación de vulnerabilidad que aparece como consecuencia de saber que no hay trato igualitario para todos se patentó, suavizada entre reacciones de apoyo, en los comentarios de gente que observó el trato prioritario que tuvo la hija (Ema) del ministro-del-momento Velasco cuando cayó a la piscina. Helicóptero de carabineros incluido.
Pero tampoco quiero desviarme mucho del tema.

La cosa es que esta amplia cobertura mediática se caracterizó por generar un despliegue de presiones donde la conflictiva manera de lidiar con la muerte estaba en juego:

1º) Cada vez que se "rogaba" por un donante, lo que se hacía era ocultar el aspecto fundamental: un donante para Felipe significaba que alguien muriera. Esto no se dice. La figura del donante es la de la oportunidad solidaria que puede salvar una vida, no la espera de que muera alguien compatible para salvar a este niño que NO SE PUEDE morir.

2º) Tal como aves rapiñas, los "sensibles" periodistas exprimían a sus fuentes en hospitales para ir a enchufar una cámara y un micrófono a los familiares de cualquier donante potencial para el niño Cruzat. Esa información debiera -por definición- ser un secreto médico, y las razones para ello saltan a la vista: cuando se filtró que en Talca, una mujer atropellada podía ser donante, se llenó de periodistas preguntanto a la familia si iban a donar los órganos a Felipe Cruzat. Para sorpresa de todos, la respuesta fue NO. El padre de Felipe respetó la decisión y llamó a que el donante emergiera del "amor" y no de las "presiones". Envidiable lucidez.
¿Las razones para no donar?
En rigor, no hay RAZONes. Motivos, sí. Y eran religiosos. Resulta que al parecer dicha mujer había sido muy clara con su familia de que no quería ser donante. Algo que -hay que reconocer- deriva de un sólido convencimiento (o miedo tal vez) al enfrentarse a un bombardeo mediático que presionaba a donar los órganos si te tocaba. Aquí, creo yo, no tiene mucho sentido discutir el sentido práctico de una decisión así. No hay forma de que alguien con convencimientos metafísicos en torno a la no-donación, pueda ser convencido con argumentos "racionales" del tipo "tus órganos no te servirán de nada una vez muerto", "puedes salvar a ese niño, no seas egoísta" o "sólo serán comida de gusanos".
Si hay gente que cree que existe algo después de la muerte, no hay nada que hacer ya que no hay como refutarlo ni confirmarlo. Esa gente cree que su dominio sobre su "cuerpo" trasciende la muerte biológica de éste, y sus familiares (con alta probabilidad de tener este tipo de creencias) también creen que después de muerto se deben "respetar los deseos", como si el muerto pudiera enojarse o "sentirse" frente a la negación de sus últimas decisiones.

"Todo poder -nos dice Foucault en el 1er tomo de La Historia de la sexualidad- engendra automáticamente una resistencia interna a ese poder." Esa resistencia depende del mismo poder.
El binomio transplante-donante es lo que la prensa ha empoderado en los últimos días y semanas, y la mujer de Talca fue un ejemplo a esa resistencia. Tal como en Antofagasta hubo incidentes entre carabineros y amigos del estudiante Rodrigo Chaparro, a quien no querían que desconectaran por que aún guardaban esperanzas de mejorías. Chaparro fue finalmente donante de hígado para el niño de 12 años Diego Poblete, hoy con riesgo por una infección. En este caso la presión fue aún más grosera, tanto así que su madre denunció un apuro indiscriminado, presiones del padre de Poblete, y rotuló todo el proceso como "Una cacería".

3º) Se ha centrado la supuesta solución -como es de esperar en Chile- en un proyecto de ley del donante universal que llevará el nombre de Felipe Cruzat. El tema, es que la escasez de donantes no es tanto el problema como la carencia de especialistas que puedan garantizar la posibilidad de éste, desde tener neurólogos en todas partes con la capacidad técnica para decretar una muerte cerebral, hasta la logística que implica tener un equipo de transplante listo. Hay que meter más plata antes de sacar más leyes, dicen en la Corporación del Transplante.

Creo que frente a todo esto uno puede tener distintas ideas, que perfectamente pueden ser consideradas absurdas. Sin embargo temo a lo que pueda desencadenar una persecución basada en el pragmatismo.

Por lo demás, creo que la pregunta que está quedando sin hacerse es la siguiente:

¿No es también una creencia metafísica el pensar que hay gente que no DEBIERA morirse? ¿Que a cierta edad no es "justo" que eso suceda? ¿O que alguien que nació con una deficiencia cardíaca debe ser salvado?
Puede ser muy políticamente incorrecto, pero ¿Qué pensaría un evolucionista frente al panorama de que esa enfermedad pueda seguir siendo traspasada genéticamente?

Finalmente, es ante todo es un tema de principios y motivos, no de razones. Y creo que transplantarle la decisión a una ley, nos acerca más a una uniformidad de enfoques y nos aleja del respeto a la diversidad.
Ahora, con todos sus motivos -disfrazados de razones- pueden hacerlo, pero por favor dejen de llamarlo "democracia" por el simple hecho que se zanja en un parlamento binominal.

Por Favor, reAcciones

P.D. 7/04/2009: Ya me ha pasado antes con ocasión de otros fallecidos. Esta columna está escrita con respeto y personalmente expreso mi pésame en caso de que algún familiar o amigo -por esas cosas de la vida- acceda a leerla.