martes, junio 08, 2010

Notas para la reconstrucción: Menos Hobbes y más Rousseau

Jean Jacques Rouseau
(Ginebra, Suiza 1717 - Eremonville, Francia 1778)


Fue recién en la universidad cuando me enteré que Rousseau era Suizo.
No sé si alguna vez me lo enseñaron en el colegio (cuando uno ve la Ilustración y los antecedentes de la Revolución Francesa) y lo olvidé, o si nunca nos dijeron su nacionalidad y di por hecho que era Francés: Su influencia fue gravitante en los procesos que Francia vivió poco después de su muerte (país que prohibió y confiscó sus libros), su nombre suena demasiado a francés y murió en dicho país.
En fin, es de esos datos extraños que nos sirven para nada más que darnos cuenta de cuántas cosas da uno por sentado, sin tener realmente un asidero empírico.
Y esto no es nada nuevo.
Necesitamos tener cosas por ciertas para poder vivir con relativa tranquilidad. Y en ese sentido, la crítica y sospecha a todo (y todo el tiempo) es inviable e invivible. Necesitamos esos pequeños prejuicios, esos estereotipos, esas "tipificaciones y recetas", como decía Schutz, que tenemos para nuestra economía mental. Son los "pilotos automáticos" e ideas previas que cotidianamente utilizamos y que sostenemos hasta nuevo aviso. Es decir, hasta que fallan o hasta que la experiencia los desarma. Y se supone que ahí está la gracia: en abrirnos a que la experiencia desmienta (o confirme) nuestros prejuicios.

Por su parte, los medios de comunicación contribuyen -casi la totalidad de las veces- a reforzar estos elementos, más que a intentar romper con ellos. Y es por lo mismo que es tan delicado el "efecto de verdad" que tienen los medios al momento de narrar (construir) la realidad.

Aterricemos esto.

Desde el 27 de febrero, pero sobre todo después de la cobertura de los saqueos, se ha instalado -de forma irreflexiva en la prensa y de forma explícita en las columnas de distintos personajes- una visión bastante "hobbesiana" de nuestra realidad y los sucesos ocurridos.

Thomas Hobbes (1588-1679) se espantó bastante de las guerras civiles de su Inglaterra natal, en especial para la revolución de Cromwell, por lo que su principal texto (Leviathan, 1651) -donde defiende la existencia de un Estado con un monarca absoluto, que atemoriza a sus ciudadanos para que no vuelvan a la guerra de todos contra todos- lo escribe en un autoexilio en Francia.

La visión de la naturaleza humana en Hobbes sólo puede ser catalogada de pesimista. Seres guiados por sus pasiones (la razón sólo calcula el mejor modo de satisfacerlas), que frente a una relativa igualdad natural se ven empujados a competir, desconfiar y buscar la gloria; tarde o temprano terminarían luchando unos a otros por la alta probabilidad de desear lo mismo y que esto no esté disponible para todos.

Muchos -abogados, especialmente- vieron en Hobbes el intérprete ideal para los saqueos y vandalismo de Concepción, Talcahuano y otras ciudades. Los saqueos serían esta vuelta al "Estado de Naturaleza" donde la ausencia de un poder central (Leviatán) -léase: corte en las comunicaciones, accesos, servicios básicos, y fuerzas públicas sobrepasadas- explicaría una inevitable tendencia al caos social autodestructivo. Para ponerle la guinda a la analogía, todo esto se acabó cuando llegaron los milicos.

Lamentablemente, esto no quedó solamente en las letras de columnistas poco creativos. La interpretación hobbesiana se extendió junto con sus toques de queda y miradas verticales poco receptivas para con las mismas comunidades que se vieron afectadas.

La prioridad del Estado ha sido garantizar la propiedad y la seguridad, pero el problema es que no han ido mucho más allá de eso. Salta a la vista que no hay una planificación sobre cómo enfrentar el proceso de reconstrucción y parecen más apurados en dar vuelta la hoja para cumplir con el programa de gobierno. Y claro, utilizar políticamente la emergencia para defender un financiamiento que hace alzas impositivas transitorias, pero que garantiza exenciones permanentes a las grandes empresas (es decir, un desangramiento del Estado que comenzaría justo el año que Piñera deje la presidencia) y el fin de otros impuestos (como el de timbres y estampillas).
Una reconstrucción que el mismo ministro de Hacienda ha admitido que se hará mayoritariamente con recursos de privados.
Cuento aparte es cómo diablos se calcularon esos 20.000 a 30.000 millones que se supone que se necesitan y cómo diablos van a utilizarse los que se recauden.

Rousseau, en cambio, tiene una visión bastante distinta de la naturaleza humana. Por alguna razón, él cree en una bondad natural del ser humano. Es en sociedad donde se desarrolla su reflexividad y dónde tiene sentido pensar un Estado de Guerra o un Estado de Paz. Sólo en sociedad se dan relaciones lo suficientemente estables como para que exista la posibilidad de conflictos.
Pero además -y en esto es fundamental en "El Contrato Social" (1761)-, deja muy en claro que es la misma sociedad la que corrompe la bondad natural y puede llevar al ser humano a enfrentarse con sus semejantes y destruir el orden imperante. ¿Cómo? Pues por el "mal gobierno", el gobierno que aleja a los seres humanos de su naturaleza, impone la desigualdad, la injusticia y las divisiones en las bases de la sociedad.
Y ahí el análisis se nos hace más incómodo...
Ya no se trata solamente de mantener la seguridad y castigar a las hordas. Es necesario echarle una mirada a la responsabilidad que la sociedad y quienes la gobiernan tienen en los saqueos.
Preguntarse, por ejemplo, por el tipo de comunidad (si es que la hay) que se ha estado construyendo en Concepción
¿Qué tan integrados están sus miembros?
¿Cómo operan las segregaciones?
¿Cuánta vida comunitaria se hace?
¿Existe la vida de barrio?
O preguntarse también por todos los pueblos y ciudades donde no hubo saqueos, sino que organización y solidaridad espontánea: ¿Por qué Curicó no ardió en llamas y en vez de eso los vecinos se coordinaron para ir a ayudar a Iloca?

La reconstrucción "a la Hobbes" es repetir cíclicamente el mismo error: desde un poder que está arriba (sea el Estado, sean las grandes empresas) imponer qué es lo que se hace y dónde sin preguntar ni hacer participar a los protagonistas principales: las comunidades. Desintegrar una identidad y una autodeterminación, para mantener a una horda tranquila hasta la próxima oportunidad para que se salga de control.
Rousseau abogaría por un nuevo pacto, por un consenso que permita a los ciudadanos unirse libremente y decidir en conjunto el rumbo que quieren tomar. Sin que nadie imponga. Como mucho, que haya algunos que representen. Pero es la unión del colectivo la que genera la fuerza y la estabilidad, y no la fuerza de un poder central que somete, obliga e impone a individuos que tenderían a exterminarse.
Y ojo que no se trata de una utopía, es una elección de cómo nos queremos pensar.

Se da por sentado, incorporamos el estereotipo -sin ahondar en la complejidad de la experiencia- , de que lo que faltó fue fuerza pública para evitar los desmanes.
Como si no existiera otra forma de interpretar la naturaleza humana y pensar la sociedad conforme a eso.
Y justamente de eso se trata Emilio. De cómo educar en medio de una sociedad corrupta, sin imponer valoraciones y prejuicios, sino que permitiendo el libre descubrimiento e interpretación en la experiencia.

Parece que nos falta leerlo.

Sobre todo a nuestras autoridades.

Por Favor, reAcciones

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo me enteré en la universidad de que existía Rousseau! no, nunca tanto, pero algo así. Desde que lo conocí siempre me cayó mejor, y ahora que le veo la cara me cae mejor porque sonríe y se ve alegre. Hobbes también me cae bien, pero cuando no estoy tan de humor como hoy. Además su mirada es como desconfiada. Preferiría tomar el té con Rousseau, definitivamente. Y Muy buen blog señor. Lo encontré por casualidad. Muy lindo el verde. Es interesante lo que escribe, aterrizado. A mí me cuesta un poco aterrizar, pero bueno. Lo importante es que estos tipos clásicos con peluca me enamoran poco a poco de sus amables y no tan amables ideas. Y sí, más Rousseau.

Saludos!

Incitatus dijo...

Así como hay modelos sociales, también existen los individuales. Freud habló del "instinto de muerte", que encierra pulsiones primarias destructivas.

Su discípulo W. Reich, planteó estos impulsos destructivos como impulsos secundarios siempre. No es trivial el considerar la maldad como inherente al ser humano o más bien como una desviación, atribuible quizá a debilidad, más que a una perversidad intrínseca.

Esta maldad inherente es modelo de todos los regímenes autoritarios, represivos, etc. Probablemente la sociedad hobbesiana consta de estos individuos "malvados" en su esencia. ¿Será una concepción meditada o siplemente a priori?

En todo caso, felicitaciones al autor del blog. Una vez más, estamos de acuerdo.

maldonado dijo...

Cuando escuché hablar del "célebre ginebrino" por primera vez, pensé que le apodaban así porque pertenecía a una facción política francesa al estilo de los jacobinos y girondinos... Sin menospreciar sus aportes a lo que se podría denominar "pensamiento libertario", yo no me concentraría demasiado en su obra, a riesgo de terminar en ese recurrente formalismo fraseológico, incluso moral, que se desprende de ella, y del cual nuestro "célebre ginebrino" fue un claro exponente a lo largo de toda su inconsistente vida. Si se trata de recomendar a un autor del cual uno podría sacar algo provechoso, yo no recomendaría a ninguno, ciertamente. Sin embargo, hay que leer; leer hasta que duela. Entre los cándidos libertarios, especialmente constructivos, me quedo con Martin Buber, prototipo del apóstol de vida buena, sabio, y fiel a sí mismo.

MEFISTO dijo...

Debo decir que al primer Leviathán que conocí fué al Juggernaut o Leviatán al español en los hombres x, posteriormente supe de Hobbes,el lobo y el bueno de Rouseau;debo ser sincera que a lo largo de mi corta vida creo que nada es blanco o negro, si bien algunos que aplican las políticas publicas deberían darse una leía a estos autores,a veces asoma en tentarse y decir que necesitamos más Leviatanes para que existan mas Emilios, es extraño esto de las paradojas.

Incitatus dijo...

Mefisto: Creo que eso de que "en este mundo traidor nada es verdad, nada es mentira/ todo es del color, del cristal con que se mira", es la base de todo cinismo, especialmente en política.

Un gobernante tiene una misión bien clara, que es el bien común. Por lo general estos "matices" no son más que excusas de por qué se abandonó ese deber. Recuerdo alguien que hablaba de la dictadura en Chile, buscando esos "matices" y negándose a admitir que en términos globales, había sido una calamidad.

Claro, todo tiene su "lado bueno". Para las tabacaleras, vender sus cancerígenos y fomentar las adicciones, es bueno para sus cuentas corrientes. Pero, como ves, los "matices", no pasan de excusas.

Atte.

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Creo que Rousseau igual nos lleva a un final autoritario hobbesiano -aunque él no lo haya querido- al plantear que cada asociado se debe enajenar totalmente a favor de la comunidad.

Sobre todo, cuando plantea –en una clara desconfianzas hobbesiana- que el legislador debe hacer dependiente al individuo del Estado y que la libertad consiste en obedecer las leyes y soportar dócilmente el yugo de la felicidad pública.

Juan Emar dijo...

Junto con agradecerles por cómo le han subido el nivel a la columna con sus comentarios, quiero pedirles disculpas por lo tardía de mi respuesta. He estado bastante sobrepasado y he empezado esta respuesta en 3 ocasiones distintas sin poder terminarla.
En fin...

Anónimo: pues no pareciera que le cueste tanto aterrizar. Aunque si es así, se agradece el esfuerzo. Usted pone en relieve el efecto que le produce ver la imagen de los susodichos. Admito que para mí es casi una obligación tener una imagen de quienes leo. Supongo que uno termina forzando un "carácter" a partir de la interacción entre esa imagen y las ideas.
Pienso en la impresión que me dejó la imagen de Hegel, Berkeley o Comte...
En fin, un gusto tenerle por aquí y si le gustó, pues pase nuevamente.
Saludos

Incitatus: efectivamente Hobbes tenía una idea de la naturaleza humana bastante negativa. Lo contrario a Rousseau, quien nos creía buenos por naturaleza. Agredezco el aporte desde la mirada psicológica. Me declaro un admirador y agradecido de Reich, uno que pareció no encontrar un lugar en su época.
Saludos

Maldonado: efectivamente la vida de Rousseau tuvo poco de consistente y bastantes vaivenes. Es una biografía bastante entretenida en cualquier caso...espero no haberle dado la impresión de que propongo una concentración meramente en la obra del susodicho. Evidentemente hay en ella consecuencias que no son de mi agrado. Sin embargo me parece que para el tema de la columna (reconstrucción y saqueos) se puede marcar un contrapunto fuerte con la dictadura hobbesiana y hay elementos para rescatar en nuestro "célebre ginebrino".
Se agradece, como siempre, sus recomendaciones.
Saludos

MEFISTO: pues parece que esto se ha transformado en un pequeño confesionario para algunos de nosotros...
Interesante propuesta: "más Leviatanes para más Emilios". Tal vez sea así. Todo poder genera una resistencia, decía Foucault. Temo a los costos de los Leviatanes. No así a los Emilios. Ese es mi problema...en cualquier caso, tampoco pretendo un maniqueísmo en esto, pero si es por inclinar una tendencia, prefiero ir hacia el Suizo que hacia el Inglés.
Saludos

Jorge: tienes razón. En ese sentido, junto con Maldonado, creo que ambos dejan en claro que no hay que seguir a Rousseau al pie de la letra. Concuerdo con ustedes y agradezco los matices que incorporan.
Saludos