domingo, diciembre 11, 2011

El gesto de la semana: Los mismos discursos

Vuestro servidor en la protesta...

El miércoles de la semana pasada (30/11/11) fue un día histórico en Inglaterra. Había una huelga general de empleados públicos, a partir de una serie de recortes y privatizaciones (áreas de pensiones, salud y educación) que el gobierno pretende llevar a cabo para enfrentar los efectos de la crisis. Al más puro estilo "Doctrina del Shock", de Naomi Klein.

La cabeza visible del iceberg es la "reforma" al sistema de pensiones de los empleados públicos.

En Chile lo hemos aprendido: cuando un gobierno de derecha (sobre todo en medio de una crisis) va a hacer una "reforma" a una parte del sector público, siempre significará quitar recursos, achicar, privatizar. Es lo mismo que sucede aquí. Y la pelea semántica no es menor: "reforma" suena positivo. A algo que debe hacerse frente a una estructura añeja, e invoca a un sentido común que apoye. "Recorte", en cambio, suena feo. Suena a abuso e invoca a un sentido común que resiste.

En todas las ciudades que se movilizaron hubo convocatorias récords. Aquí no fue la excepción. Pese a ser un pequeño pueblo en el que viven unas 60.000 personas (sin contar los pueblos vecinos), la convocatoria de más de 1.500 no ha tenido precedentes (yo sé que para las marchas en Chile HOY esto no es nada, pero si sacan la proporción, equivale a una de 150.000 personas en Santiago).
A las 10 nos juntamos en la plaza frente a la municipalidad. Habían algunos profesores míos y en general estudiantes de carreras humanistas y artísticas. Una que otra persona de las "ciencias duras" también deambulaban. Estaban los sindicatos de trabajadores públicos, profesores de escuelas y sindicatos de profesores y administrativos de la universidad.
La marcha, que también tenía mucho colorido y ambiente alegre-festivo, le dio una vuelta al pueblo (lo que no toma mucho tiempo) para volver al punto de reunión y empezar con los discursos.
Y la verdad es que si bien hay matices esperables, como referencias a las realidades nacionales y locales, o matices interesantes, como un discurso de clase social mucho más marcado (algo casi inexistente en E.E.U.U. y a lo que todavía se le teme en Chile); en términos generales los discursos son muy parecidos. En esencia, los mismos.
Es el discurso en contra del abuso. En contra de pagar una crisis que quienes trabajan no la generaron. En contra de renunciar a conquistas sociales que tanto costaron. En contra de un gobierno que intenta poner a los trabajadores contra sí mismos. En contra de los (partidos) políticos. En contra del 1%...

Ahora, es común escuchar la cantinela de "los mismos discursos de siempre". Usualmente se la acompaña (a veces explícitamente, a veces no) del concepto "añejo" o "trasnochado". Esto tiende a venir desde el discurso hegemónico. Principalmente de la derecha "liberal" (al menos así les gusta llamarse a ellos).
Y es entendible. Hay en nuestra cultura dominante una especie de adicción a ir hacia "adelante". A innovar, a crecer, y a ser diferente. Frente a eso, toda quietud es negativa. Toda repetición se aleja de la originalidad (como si existiera algo realmente original), y todo tiempo pasado fue peor.
Por supuesto que cuando estos discursos provienen del poder (y usualmente es así), uno tiene todo el derecho a desconfiar. Principalmente porque quienes dominan prefieren una masa predecible y uniforme. Es todo más fácil. Pero también porque es importante desacreditar cualquier discurso de resistencia (aunque sea con argumentos falaces) de esa masa. Justamente para que siga siendo masa.
Como consumidores y "ciudadanos": obedientes y predecibles.
Como sujetos políticos: desacreditados.

Perro indignado: "Fat Cat" (gato gordo) es una expresión para las personas de negocios que en su avaricia, abusan de su posición para enriquecerse a costa de la comunidad o del mismo negocio.


Yo prefiero darle una vuelta.

Me parece esperanzador que los discursos de resistencia sean los mismos. La posibilidad de articularse y hacer consciente que no se trata de luchas locales, sino que globales, es mucho más cierta. Los capitales, intereses económicos y líderes políticos hace mucho rato que ya están coordinados más allá de las naciones. Y quienes los resisten se han quedado bastante atrás en eso.
Y es fácil observar esto último.
Los discursos de los políticos también fueron los mismos: a esta huelga no fue tanta gente. ¿Qué culpa tienen los usuarios de los servicios públicos?. Estamos todos en crisis y todos debemos ser responsables y hacer sacrificios. Los empleados públicos son privilegiados si se los compara con los del sector privado.
Y este último argumento es repetido con irritante frecuencia por las élites en todo el mundo. Sobre todo las de derecha. La estrategia detrás no es sutil, pero efectiva: se introduce una división (basada en la envidia) dentro de los trabajadores, quedando privados y públicos en posiciones distintas. Pero quizás lo más relevante es que el concepto de derecho es reemplazado por el de privilegio. El trabajador privado ve su condición como normal y a la del trabajador público como extraordinaria, por lo que en vez de exigir estándares de derechos como los que existe en el aparato público, se pregunta qué razón tienen para paralizarse los empleados fiscales si debiera estar agradecidos por estar sobre lo normal.

Y es en este momento que ese discurso de clase social cobra relevancia. Son discursos donde el llamado es justamente a no dejarse dividir y entender que la lucha debe ser conjunta y que la lógica es opuesta: no es que los trabajadores públicos tengan una situación de privilegio, es que los trabajadores privados han perdido más derechos. Nivelar hacia arriba, no al revés.
Pero eso es costoso. Para la élite gobernante y la élite privada. Por eso es que ese discurso dominante también está unificado y atraviesa gobiernos y países.

En que los discursos sean los mismos lejos de ver un tedio, yo veo oportunidades. Una oportunidad donde la posibilidad de articular una crítica frente al mismo discurso hegemónico, se hace más cierta y la velocidad en la que fluye la comunicación hoy en día ayuda mucho.
Que los discursos de resistencia sean los mismos, hoy da la posibilidad de una acción global colectiva-transformadora que nunca había tenido condiciones más idóneas.

Pero no es fácil y el optimismo puede ser cegador: no sólo se trata de enfrentar los abusos del poder, se trata también de subvertir significados y discursos. De luchar contra el peso de lo "añejo", de lo "trasnochado", de lo "repetido", de las "reformas", de los trabajadores "privilegiados"... sobreponerse a eso y entender que si los discursos se repiten, no es porque seamos poco originales y nos guste decir u oír las mismas cosas, es porque las formas de abuso y de enmascaramiento siguen siendo las mismas.
Y por suerte no estamos solos al momento de enfrentarlas...

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