jueves, marzo 03, 2011

El Lugar de la Mentira

Dio lo mismo que lo fuera...

Hay veces en las que una frase o una simple idea se nos queda grabada. Puede ser en una conversación, en una charla, en una novela, una película, una clase, etc.
Paradójicamente, aquellas ideas o frases más caprichosas para nuestra memoria suelen ser aquellas que no necesariamente guardan relación con “el punto” de dichas conversaciones, historias, charlas o clases.

En particular recuerdo una clase de Eduardo Carrasco (aunque no puedo recordar en cuál de sus ramos fue) en la que dijo “La política es el lugar de la mentira”. Frase que no es ni especialmente novedosa ni creativa, pero que todavía tengo grabada. Tal vez debe ser el viraje en la perspectiva de pasar a decir “todos los políticos mienten” a “la política es el ambiente donde mejor se desenvuelve la mentira. Donde está más cómoda. Donde juega de local.”

Es algo deprimente, pero muy obvio, que ya hace un buen tiempo que la política es una palabra mala en sí misma. Y no sólo eso, es como si fuera una enfermedad contagiosa, de la que hay que distanciarse. Eso se ilustra cotidianamente en cómo campos en la apariencia (sólo en la apariencia) distintos se jactan de no tener nada que ver con la política o ser apolíticos, como en el deporte, fuerzas armadas, poder judicial, gremios, grupos de interés… por nombrar algunos.

Razones hay.

Las encuestas muestran desde hace bastante no sólo la desafección política, sino que cómo sus instituciones y representantes son rechazados y tienen casi nula credibilidad. La percepción de que el estar en política es una enfermedad que ataca a todos por igual lleva a un preocupante espiral donde, por un lado los políticos refuerzan mutuamente una mediocridad permanente que gira en torno al cuoteo, la negociación, el macuqueo y la doctrina del "si tu me echas al agua, yo te echo a ti: todos tenemos tejado de vidrio". Con esto los políticos operan con un sentido de clausura, frente a un entorno que les es hostil (la mayor parte de la cuidadanía) viven en "su mundo" asegurándose las pegas y tejiendo las redes para seguir profitando como "privados" cuando estén fuera de los cargos (lo que es la verdadera "puerta giratoria" entre el servicio público y el servicio propio). Por el otro lado, tenemos a la ciudadanía distanciada y que nada quiere tener que ver con este mal (¿necesario?), donde ya cuesta distinguir ideologías y los discursos idealistas y sus promesas sólo aparecen en actos electorales, para desvanecerse. Es siempre lo mismo. Son los mismos. Son lo mismo.

Pero es tal vez por la misma razón que la política es el lugar de la mentira, que esta condición nunca puede ser asumida, transparentada. Es un gesto de honestidad absolutamente fuera de lugar que un político admita que miente. Como mucho dirán que "se equivocaron" (tenemos anclado como una inevitabilidad humana el cometer errores) o que "los sacaron de contexto"(fórmula que por alguna extraña razón cumple casi el rol de desmentir), pero que mintieron, jamás. Es casi tan inimaginable como que asuman públicamente que están en política porque les gusta el poder.

Sin embargo, como dicen por ahí, no existen los secretos: sólo verdades que se ocultan bajo la superficie. Y cuando estas mentiras afloran, es interesante observar como reacciona la política. El caso Van Rysselberghe hace unas semanas fue bastante elocuente: la intendenta fue descubierta mintiéndole al gobierno central para obtener subsidios de damnificados por el terremoto a quienes no lo eran. Probablemente un gesto de clientelismo clásico de los caudillos regionales. Con todo, las presiones políticas pesaron más y no fue destituida. El argumento dado -por supuesto- no fue que el partido más grande de Chile no quería ver perjudicada a una de sus máquinas electorales, si no que no había "pruebas" de dicho engaño. La gran paradoja de dar este argumento es que al decir que la mentira no puede comprobarse, inevitablemente se dice que la Intendenta miente: o mintió en la grabación (y en realidad no se hizo nada irregular para esa población) o mintió para obtener los subsidios.

En cualquier caso, la mentira queda ahí, protegida por el resquicio de la prueba, impune.

Pero recientemente hay otro caso -cuyos hitos hemos seguido en estas columnas- que desnuda de forma macabra el modo en que opera la política: la termoeléctrica Campiche de AES Gener. Ha sido gracias a los cables de Wikileaks que esta semana tenemos la certeza de lo que hace mucho decíamos: el descarado lobby y colusión entre ministros, seremis, concejos municipales y empresarios para aprobar un proyecto contaminante, en una zona declarada saturada de contaminación desde el año '93 y para generar energía sucia para la gran minería.

Decíamos también -lo que era bastante evidente- que el traje a medida que sacó el ministerio de vivienda a finales del 2009 (31 de Diciembre, de hecho) era un descarado esfuerzo para adaptar la normativa al caso de Campiche. En su momento, la ministra Poblete dijo que "No hemos hecho nada especial para que Campiche se pueda resolver". Cosa que los cables filtrados demostraron como falsa. De hecho, fue justamente lo que hicieron...

Cabe decir -casi como anécdota- que Piñera sindicaba a la ministra Patricia Poblete como una de las figuras de la Concertación que le habría gustado tener en su gabinete. Extraña debilidad de nuestro presidente por quienes mienten para favorecer intereses sectoriales por sobre el bien común.

Hablando del bien común, en esta interesante reflexión a partir de este mismo tema, Santiago Escobar remarca el cómo el bien común prácticamente no existe en la política y todas sus estructuras de debate público son ilusorias frente al poder de los intereses económicos. No puedo estar más de acuerdo con él. Sin embargo el caso de Campiche desnuda que este es un problema que está lejos de ser local. Recordemos que lo que se filtraron fueron cables de la embajada de EEUU y con eso, el cómo el embajador no es tanto un representante de su país y sus ciudadanos, sino que un lobbysta más de las grandes empresas que lucran a costa de la salud de comunidades pobres a miles de kilómetros al sur de este imperio en decadencia.

Hay que decirlo: les hacen la pega de convencimiento muy fácil a los anarquistas. Cada vez parecen más acertados en su diagnóstico.

Ahora que la mentira salió a flote con prueba en mano, estaría bueno saber que dicen todos los involucrados. Sobre todo los que desmintieron lo que ahora es evidente.

Lo que es preocupante es el patrón común, el precedente que se sienta y que tiene un eco demasiado parecido en Castilla. Que ha usado los mismos abogados (la firma del actual ministro del Interior) y los mismos lobbystas (Cristina Bitar) que Campiche.

Probablemente WikiLeaks vaya a ser uno de los cambios más importantes que desde Internet impacten el mundo real. Para mi gusto, mucho más que las mal llamadas "redes sociales". Poco a poco los políticos se irán dando cuenta que ya ni siquiera tienen máscaras para ocultar sus verdaderas caras. Cada vez le será más difícil a la mentira estar a sus anchas en la política. Pero por mientras, no es de extrañarse que el activismo se desplace desde la política al medio ambiente: mal que mal, para la política el medio ambiente es un recurso transable y que no vota.

Ni paga campañas...


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