El nuevo encargado de comunicaciones de HidroAysén junto a su esposa, hermana de un beneficiado directo con el proyecto.
Hay una especie de incompatibilidad estructural entre la política (partidista) y la defensa del medio ambiente. Algo así como si estuvieran condenadas "por naturaleza" (valga la ironía) a no entenderse, a no compartir un "sentido común".
Me ha tocado palparlo directamente las veces que he podido colaborar en causas ecologistas, pero no es necesario "estar adentro" para verlo. La estimada lectora o el estimado lector seguramente recordará la sensación de chacota que dejaba el nombramiento del más poderoso lobbysta de Celco para la contaminación del Río Cruces -Ricardo Lagos- como comisionado de la ONU para el cambio climático. De hecho, le valió el sarcástico apodo de "Capitán Planeta".
Del mismo modo, es esperable levantar una ceja cuando se ve a parlamentarios concertacionistas haciéndose parte de las protestas y demandas, siendo que cuando fueron gobierno también hubo presiones a seremis e intervenciones directas de ministros que llegaron a cambiar decretos con tal de aprobar proyectos contaminantes. "Oportunista" es una de las palabras más comunes que se utilizan al calificar a estos políticos aparecidos en causas medioambientales. Y es que es muy obvio el cálculo de rechazar lo que la ciudadanía rechaza. Otra cosa es que ese cálculo les resulte...
Otro elocuente ejemplo de lo poco afines que son las lógicas del activismo medioambiental con la política es el escaso éxito que tienen los partidos ecologistas. En ninguna parte son una fuerza política mayoritaria.
Y el problema, para mi gusto, va más allá del nivel de la discusión política -como escribe aquí Bellolio- .
El problema es de fondo. Esas formas de referirse desde a la política a los ecologistas -que bien narra aquí Carlos Parker- siempre aparecen como destempladas, casi desesperadas.
Que los "eco-terroristas".
Que "reciben financiamiento extranjero" (¿Puede haber argumento más hipócrita?)
Que hacen "oposición irresponsable a los proyectos"
Que "están dispuestos a boicotear el desarrollo del país por salvar un par de animalitos"
Por supuesto, esto no quiere decir que haya políticos que legítimamente defiendan causas ecologistas desde siempre. Incluso en partidos de gobierno, como el Senador Horvath. Pero es la misma respuesta que la UDI le da, invitándolo a "no caer en el juego populista de la izquierda" lo que vuelve a confirmar esta incapacidad que tiene la política para entender al ecologismo.
La política entiende de estrategia, adversarios, negociación y triunfos pequeños. Le es inherente ese espíritu bélico, muy a lo Clausewitz (puesto de cabeza, para los foucaultianos), y en eso, el destruir y desacreditar al adversario es obligado. Todo se vale, dicen...
La política, en esta clave, es incapaz de entender que alguien se movilice sin esperar nada para sí mismo.
No puede entender que alguien piense a largo plazo, pero largo plazo de verdad. No los 10 ó 15 años, o la próxima elección...
No puede entender que alguien no quiera un puesto de poder o dinero a cambio de defender sus ideales.
No puede entender que lo que defienden los ambientalistas no sea negociable (¿Cómo negociar a medias un ecosistema?)
No puede entender, en definitiva, que haya quienes se hagan parte de un altruismo desinteresado.
Y eso, es tal vez una de las formas más elocuentes en las que la política actual se desnuda: ni siquiera es capaz de comprender la búsqueda desinteresada del verdadero bien común.
Me ha tocado palparlo directamente las veces que he podido colaborar en causas ecologistas, pero no es necesario "estar adentro" para verlo. La estimada lectora o el estimado lector seguramente recordará la sensación de chacota que dejaba el nombramiento del más poderoso lobbysta de Celco para la contaminación del Río Cruces -Ricardo Lagos- como comisionado de la ONU para el cambio climático. De hecho, le valió el sarcástico apodo de "Capitán Planeta".
Del mismo modo, es esperable levantar una ceja cuando se ve a parlamentarios concertacionistas haciéndose parte de las protestas y demandas, siendo que cuando fueron gobierno también hubo presiones a seremis e intervenciones directas de ministros que llegaron a cambiar decretos con tal de aprobar proyectos contaminantes. "Oportunista" es una de las palabras más comunes que se utilizan al calificar a estos políticos aparecidos en causas medioambientales. Y es que es muy obvio el cálculo de rechazar lo que la ciudadanía rechaza. Otra cosa es que ese cálculo les resulte...
Otro elocuente ejemplo de lo poco afines que son las lógicas del activismo medioambiental con la política es el escaso éxito que tienen los partidos ecologistas. En ninguna parte son una fuerza política mayoritaria.
Y el problema, para mi gusto, va más allá del nivel de la discusión política -como escribe aquí Bellolio- .
El problema es de fondo. Esas formas de referirse desde a la política a los ecologistas -que bien narra aquí Carlos Parker- siempre aparecen como destempladas, casi desesperadas.
Que los "eco-terroristas".
Que "reciben financiamiento extranjero" (¿Puede haber argumento más hipócrita?)
Que hacen "oposición irresponsable a los proyectos"
Que "están dispuestos a boicotear el desarrollo del país por salvar un par de animalitos"
Por supuesto, esto no quiere decir que haya políticos que legítimamente defiendan causas ecologistas desde siempre. Incluso en partidos de gobierno, como el Senador Horvath. Pero es la misma respuesta que la UDI le da, invitándolo a "no caer en el juego populista de la izquierda" lo que vuelve a confirmar esta incapacidad que tiene la política para entender al ecologismo.
La política entiende de estrategia, adversarios, negociación y triunfos pequeños. Le es inherente ese espíritu bélico, muy a lo Clausewitz (puesto de cabeza, para los foucaultianos), y en eso, el destruir y desacreditar al adversario es obligado. Todo se vale, dicen...
La política, en esta clave, es incapaz de entender que alguien se movilice sin esperar nada para sí mismo.
No puede entender que alguien piense a largo plazo, pero largo plazo de verdad. No los 10 ó 15 años, o la próxima elección...
No puede entender que alguien no quiera un puesto de poder o dinero a cambio de defender sus ideales.
No puede entender que lo que defienden los ambientalistas no sea negociable (¿Cómo negociar a medias un ecosistema?)
No puede entender, en definitiva, que haya quienes se hagan parte de un altruismo desinteresado.
Y eso, es tal vez una de las formas más elocuentes en las que la política actual se desnuda: ni siquiera es capaz de comprender la búsqueda desinteresada del verdadero bien común.
Y se supone que de eso se trataba la política ¿no?
Por Favor, reAcciones
P.D. al 18/05/2011: La convocatoria antes publicada aquí ha sido cancelada ya que la paranoia que mantendrá cerrada la moneda hacen que la intervención carezca de sentido. Le informaremos cualquier cambio o nueva intervención.
Por Favor, reAcciones
P.D. al 18/05/2011: La convocatoria antes publicada aquí ha sido cancelada ya que la paranoia que mantendrá cerrada la moneda hacen que la intervención carezca de sentido. Le informaremos cualquier cambio o nueva intervención.