viernes, octubre 22, 2010

Cambio de Folio

¡Qué mala película! Sólo espero que el FBI o Homeland Security no malinterpreten esta foto

Estimadas lectoras y estimados lectores:

Habrán quienes se extrañen de que suba una columna menos de una semana después que la anterior.
Habrán quienes incluso se hayan acostumbrado a que publicara acá prácticamente cada dos semanas.
Y habrán quienes todo esto les sea absolutamente irrelevante e indiferente.
Con todo, y aprovechando que este es mi pequeño espacio de "dictablanda", me permitiré darles algunas explicaciones.

Lo primero que habría que decir -y esto es una máxima para mí en este blog- es que no hay discusiones cerradas aquí. Por lo que si quieren seguir participando en la(s) columna(s) anterior(es), sean bienvenidos/as.

Lo segundo, es que mis continuas -y culposas- faltas a mi compromiso (de publicar semanalmente) durante el último par de meses encuentran su razón en el mismo objeto de esta columna: carecía del tiempo necesario por estar preparando mi partida a Washington D.C.
Los detalles de tal partida y sus razones son conocidas por quienes tienen el (dis)gusto de conocerme personalmente. A los demás les pido disculpas, pero no me gusta mucho escribir sobre mi vida privada aquí.

Lo concreto es que es un viaje que no tuvo mucho tiempo para prepararse y que se prolongará por al menos un año.
Frente a eso, y sumado a la costumbre que tengo de referir a contingencias nacionales, fue legítimo que me preguntara acerca de la pertinencia de seguir manteniendo este espacio y la costumbre de escribir en él.
Acogí la sugerencia de gente amiga-lectora de mantenerlo pese a la distancia.
Siendo admirador de bloguistas como la Montse, Bitacoreta o Gonzalo Baeza (y otros tantos que ahorita no recuerdo), que insisten en publicar desde estas tierras, me convencí que no era condición sine qua non el estar ahí para escribir sobre. No obstante, tampoco me acomoda mucho la idea, por lo que he decidido -y he aquí el "cambio de folio"- referirme a la contingencia chilena cuando me den ganas (y me dé el pudor), pero incorporar también a este blog las impresiones que me va dejando esta ciudad, y eventualmente este país. Para ello habrá una nueva sección (capital imperial) que se inaugura con esta columna.

Espero no aburrirlos, prometo que no será nada parecido a una bitácora de viaje o algo así. Pero -y disculpen la franqueza de mi egoísmo- la principal razón para seguir escribiendo aquí es que dicho acto aún conserva el sentido terapéutico que me motiva.

Por ahora, les puedo contar que llegué recién el martes, luego de un viaje que debe haber durado unas 13 horas en total, 8 de las cuales las dormí gracias a un regalito de un amigo médico.
La paranoia gringa en los aeropuertos se hace sentir y uno debe quitarse todo lo metálico y los zapatos, pasar por detectores que parecen teletransportadores, y sentir que uno es un delincuente o terrorista por defecto.
En todo caso, esos casi 500 dólares en impuestos que aparecen en el pasaje adquieren visibilidad por toda la parafernalia destinada a la seguridad.

Una vez en Washington, son las ardillas (que reemplazan a nuestras poco glamorosas palomas) uno de los primeros avisos que permiten incorporar el hecho de que uno está en otro país. A esto me refiero con que me suele pasar, las veces que he viajado a otros países, que me cuesta un tiempo "sentir" que estoy en otro país. No sé si me explico...
Otros avisos que ayudan a integrar dicha sensación son los autos (modelos que no hay en Chile, o las patentes distintas) y las tiendas y lugares para comer.
Hasta el momento es una ciudad bastante amable y con una cultura de parques y áreas verdes envidiable.
Para los ciclistas (está lleno acá) es un lugar ideal. Hay muchos lugares para estacionarlas, y no contentos con poner estacionamientos en las estaciones de metro, se pueden llevar las bicicletas en el metro mismo (en los extremos de los carros) y en las micros (una plataforma delantera).
Está lleno de gente de todas partes del mundo. Es una ciudad muy cosmopolita. Y sorprende la cantidad de lugares donde se habla español. Da la sensación de que latinoamérica se estuviera tomando este país desde abajo, en venganza...

De hecho, ya hay más hispanos que negros en EEUU.

Estoy recién llegando y todavía no he profitado de la cantidad de museos y lugares turísticos gratuitos que hay acá.
Tampoco he sentido esto de estar en la capital del poder político mundial y del lobby. Todavía...

Varios me han dicho que esta ciudad es un "outlier", algo que se sale de la norma, dentro de las ciudades gringas. Puede ser.

Por ahora el verbo guía es "aprovechar".

Por Favor, reAcciones

domingo, octubre 17, 2010

Neoelitismo (borrador de principios básicos)

Parece que es mucho más fácil de lo que nos gusta pensar.

"Die Welle" ("La Ola", 2008), dirigida por Dennis Gansel, es una película alemana que recrea una novela escrita por Morton Rhue, inspirada a partir de un experimento realizado el año 1967 en Palo Alto, California.
Rainer Wenger es un profesor de secundaria en un indeterminado lugar de Alemania. Como los alemanes están bastante traumados por su responsabilidad histórica (si les interesa esto, recomiendo leer "El Problema de la Culpa" de Karl Jaspers) y de ser los villanos del siglo pasado, se hacen proyectos semanales para que las nuevas generaciones valoren la democracia. En este caso, los estudiantes podían elegir entre un curso de Anarquía y otro de Autarquía (un cuasi-eufemismo para el fascismo). Wenger, con un pasado de okupa tiene intenciones de dictar el curso de Anarquía, pero como se trata de valorar la democracia, son esas mismas ganas lo que lleva al comité académico a asignarle el curso de Autarquía.
Con todo, el profesor decide tomárselo en serio, partiendo de la pregunta si acaso el nacionalsocialismo sería posible nuevamente en Alemania. Pregunta cuya respuesta masiva es "no". Wenger decide hacer el experimento de transformar su clase en un pequeño gobierno autárquico a partir de aparentes detalles como estar todos sentados a la hora, ponerse de pie para hablar, terminar todas las frases dirigidas a él con "Señor Wenger", sentarse derecho...hasta aditamentos simbólicos como el que todos vistan con jeans y camisa blanca, tener un lema, un saludo (el que sale en la foto y que recuerda de manera obvia al nazismo) y un logotipo.

Con el paso de los días, más estudiantes se cambian a la clase de autarquía, mientras que los pocos que se sienten incómodos son excluidos. El movimiento comienza a trascender la sala de clase y el entusiasmo por éste va sumando adeptos exponencialmente. De manera relativamente espontánea se organiza una fuerza de seguridad para "La Ola" y van asumiendo que los anarquistas son sus enemigos. Con esto ya se certifica uno de los más clásicos fenómenos sociológicos: el aumento de la cohesión interna del grupo vinculado a una hostilidad frente a quienes están fuera de él.
Como ya se adivinará (en caso de que no haya visto la película), el experimento les demuestra en carne propia a los estudiantes que una experiencia como la del nazismo es perfectamente repetible. Claro que lo interesante de "La Ola" es ver cómo poco a poco esto puede salirse de control...
Muy recomendable.

Ahora, si algo tienen en común los fascimos y totalitarismos (más allá de un Estado omnipresente, líderes carismáticos y del uso de la propaganda) es una fuerte orientación a la mediocridad. Aunque suene a contrasentido -ya que la propaganda tiende a ser un discurso en torno a la superioridad del grupo/raza/nación por sobre los demás- los fascismos se incuban muy bien en las clases medias, personalidades frustradas y resentimientos varios. Resentimientos que siempre tiene su base en un complejo de inferioridad no asumido.
Al agruparse todo este conjunto de frustraciones, resentimientos y mediocridad, comienza un reforzamiento mutuo: se sienten parte de algo y se repiten a sí mismos que en verdad son superiores a los demás.

El neoelitismo no tiene nada que ver con eso.

El neoelitismo se basa en el convencimiento de que entre el 80% y el 90% de la gente simplemente no tiene vuelta. No hay caso. La naturaleza (o el azar) es cruel y la mayor parte de lo que llamamos "la masa" o simplemente "la gente", pareciera condenada a generarle vergüenza ajena, desazón y hasta rabia al neoelitista.

Es elitista ya que se asume dentro del 10% o 20% (en mi opinión, es el 10%, pero mis amigos economistas insisten con la misticidad de la proporción 80-20 que encuentran en todos lados) excepcional.

Es neo, porque no cree que esa proporción tenga alguna correlación geográfica, étnica o socioeconómica. Esto significa que la tontera no discrimina y tiende a repartirse en estas proporciones a lo largo de toda la especie humana. Es genética, si usted quiere.

Tampoco hay vínculos directos con el poder. Quien tiene el poder puede perfectamente ser un imbécil. Y en su gabinete perfectamente puede haber un 90% de ellos. Lo mismo con el parlamento, alcaldes, etc.
Si volvemos al tema de los fascismos, es fácil ver cómo la mediocridad y el resentimiento han llegado al poder. La mayoría de las veces resultando en consecuencias de temer.

Ni siquiera la educación tiene algo que ver (aunque es muy eficiente en maquillar la tontera de quienes tienen más recursos), ya que hay casos dignos de destacar entre quienes no han tenido oportunidades. Y es justamente porque son excepcionales (entre 10% y 20%), que destacan.

El neoelitista está condenado a sentirse ajeno a todos los productos masivos. La televisión, por ejemplo.
Las modas le parecen algo sin sentido.
La política le resbala. Difícilmente adhiera con entusiasmo a un partido político o candidato. Lo que no quiere decir que no haya neoelitistas en la política. Los hay y son los más peligrosos por la lógica instrumental y egoísta que los mueve.

El neoelitista tiende a juntarse con otros neoelitistas por afinidades ineludibles. Lee a otros neoelitistas, escucha la música que hacen y disfruta del cine y comidas creadas por ellos. Esto le puede llevar a un peligroso engaño: pensar que el neoelitismo es el sentido común. Y no hay nada más lejano. Tal bienintencionado neoelitista está en curso de colisión con una realidad que lo hará decepcionarse constantemente. Es un neoelitista trágico, sufriente.

Hay un gran problema. Y, en el fondo, todo neoelitista lo sabe: pensar que existe gente que es en algún grado inferior, es políticamente muy incorrecto. Esto es porque nuestra cultura (bien lo decía Nietzsche) gira en torno a la mediocridad y siempre se le castiga ("chaquetea" diríamos en Chile) a quien explicite o demuestre que destaca por sobre el 80% o 90%.

¿Es un/a neoelitista una mala persona?
Puede serlo, como puede que no. No hay un correlato moral con esto. Si el neoelitista decide generarle daño a los demás o justificar derechos a los cuales el 90% no accederá, probablemente sí. Pero ser neoelitista no implica ningún tipo de discriminación ni abuso. Es sólo una intuición.

Con todo, insisto, no es fácil serlo. Aunque hay algunos parches para luchar contra la culpa cultural que se le impone a todo neoelitista: de cuando en cuando le baja esa terrible certeza de que sobra gente en el mundo y que la sobrepoblación no tiene sentido.

La lobotomía (inter)nacional que ha significado esto de los mineros reaviva esa intuición neoelitista.
¿Acaso no ha sentido usted que este monopolio temático ha sido mucho?
¿No ha sentido usted algo de vergüenza por cómo el gobierno ha profitado burdamente de esto?
¿No ha sentido usted que toda la cobertura absurda a cada historia de vida de los mineros es algo que no le interesa?

¿No ha sentido usted que cuando ve un/a político/a hablando en la tele, le dan ganas de decir "y este/a cree que uno es estúpido"?
¿No ha sentido que la mayor parte de la publicidad no está dirigida a usted (aunque apunte a su sexo/nivel socioeconómico/grupo etario)?
¿No ha sentido esa desazón de que "no hay vuelta" y esa tentación por mandarse a cambiar (que en caso de concretarse, se topa con la triste verdad de que en todas partes hay un 80% o 90%)?
¿No recuerda alguna ocasión en la que ha dicho o pensado que "a la gente no le interesa" algún tema que usted considera relevante o prioritario?
¿No le extraña que haya gente que todavía caiga en estafas telefónicas?
¿No le dice algo que Marcela Sabat haya sido elegida diputada?

¿Si?

Pues tenga usted su bienvenida al neoelitismo.

Por Favor, reAcciones

domingo, octubre 03, 2010

El gesto de la semana: Forma y Fondo

Era que no: al rato ya habían "emprendedores" vendiendo estas poleras a 9 lucas

En el afán de muchos canales de televisión por no hablar de la huelga de hambre mapuche ni de las tomas de terreno en Rapa Nui, cayeron en otra de las insulsas modas de Internet (como si fuera una exigencia transformar en noticia cada tontera que se reproduzca viralmente por la red) mostrando extractos del video de un joven ingeniero ebrio, que hacía su pataleta porque no le vendían una hamburguesa a las 8 de la mañana.

Cual coro uniforme, y sin saber muy bien cómo tratar la "noticia", se aferraron a la idea de que el reclamo era atendible en su fondo, pero no en su forma.
En pocas palabras, que se estaba frente a un caso de publicidad engañosa, pero que el escándalo y los insultos estaban demás.

No recuerdo el momento de mi vida en que dejé de ir a McDonald's.
Básicamente porque no fue tanto el producto de una decisión política o algo por el estilo. Supongo que nunca me gustó mucho y tiempo después llegó un punto en que simplemente me fue imposible volver a comer ahí.
Tal vez en eso sí hay una decisión más ligada a los simbolismos de la cadena del payaso, más que con la comida rápida en general...

La comida es mala, aunque relativamente barata. Sin embargo, si es por publicidad engañosa, podríamos partir por esas sugerentes imágenes de los afiches que poco tienen que ver con el producto que se consume.
Las condiciones laborales son un asco. Pese a que las presiones sobre sus trabajadores lograron situarla el año 2008 en el lugar 28 de las mejores empresas para trabajar en Chile, ranking en el que ya no figuran (parece que están midiendo algo más en serio).

Sebastián Gálvez tenía razón para reclamar. En ninguna parte de la publicidad queda en claro que hay restricciones de horario.
Sin embargo, McDonald's se limitó a publicar un comunicado charcha diciendo que en algún lugar de la lista de precios está publicada la hora en que se sirven hamburguesas.
El Sernac de Piñera se limitó a dar una declaración bastante tibia, sin cursar multas o instruir a la empresa en su ilegalidad.
Y Gálvez, luego de ser detenido por desórdenes, quedó con orden judicial de no entrar a dicho local por un año. Le hacen un favor, en todo caso.

Pero ¿es posible, como pretende la prensa, separar la forma del fondo?

Ya a comienzos del siglo XVIII George Berkeley y David Hume (algo después) advertían de que el ser humano no puede distinguir forma de fondo en la realidad, que nuestros sentidos captan lo que nos rodea como un todo y que es nuestra mente la que divide cualidades y categorías, las que no pueden percibirse por sí solas.

En este caso no es muy distinto. Y lo cierto es que este nuevo engaño de McDonald's probablemente no estaría al alcance de todos si no fuera por la forma en que se hizo. Fue esa salida de madre, esos gritos, ese golpear la mesa lo que hizo que un voyeurista decidiera grabarlo con su celular y subirlo a Internet. Y es lo desquiciado de la forma lo que hizo que se masificara al punto que la prensa decidió sumarse a la amplificación de la anécdota.

Los periodistas, incapaces de hacer una mirada de segundo orden, obvian esto pretendiendo separar forma de fondo, como si fuera posible.
Como si no fuera necesario que alguien esté indignado para poder cubrir un abuso o un engaño.

Con todo, este "problema" es una estupidez. Probablemente se resuelva agregando los horarios a los afiches. Lo vergonzoso es que pretenda marcar una pauta noticiosa en medio de reclamos que son bastante más desesperados y basados en injusticias mucho más dañinas.

Por Favor, reAcciones