¡Qué mala película! Sólo espero que el FBI o Homeland Security no malinterpreten esta foto
Habrán quienes se extrañen de que suba una columna menos de una semana después que la anterior.
Lo primero que habría que decir -y esto es una máxima para mí en este blog- es que no hay discusiones cerradas aquí. Por lo que si quieren seguir participando en la(s) columna(s) anterior(es), sean bienvenidos/as.
Lo segundo, es que mis continuas -y culposas- faltas a mi compromiso (de publicar semanalmente) durante el último par de meses encuentran su razón en el mismo objeto de esta columna: carecía del tiempo necesario por estar preparando mi partida a Washington D.C.
Lo concreto es que es un viaje que no tuvo mucho tiempo para prepararse y que se prolongará por al menos un año.
Espero no aburrirlos, prometo que no será nada parecido a una bitácora de viaje o algo así. Pero -y disculpen la franqueza de mi egoísmo- la principal razón para seguir escribiendo aquí es que dicho acto aún conserva el sentido terapéutico que me motiva.
Por ahora, les puedo contar que llegué recién el martes, luego de un viaje que debe haber durado unas 13 horas en total, 8 de las cuales las dormí gracias a un regalito de un amigo médico.
Una vez en Washington, son las ardillas (que reemplazan a nuestras poco glamorosas palomas) uno de los primeros avisos que permiten incorporar el hecho de que uno está en otro país. A esto me refiero con que me suele pasar, las veces que he viajado a otros países, que me cuesta un tiempo "sentir" que estoy en otro país. No sé si me explico...
De hecho, ya hay más hispanos que negros en EEUU.
Estoy recién llegando y todavía no he profitado de la cantidad de museos y lugares turísticos gratuitos que hay acá.
Varios me han dicho que esta ciudad es un "outlier", algo que se sale de la norma, dentro de las ciudades gringas. Puede ser.
Por ahora el verbo guía es "aprovechar".
Por Favor, reAcciones
Estimadas lectoras y estimados lectores:
Habrán quienes se extrañen de que suba una columna menos de una semana después que la anterior.
Habrán quienes incluso se hayan acostumbrado a que publicara acá prácticamente cada dos semanas.
Y habrán quienes todo esto les sea absolutamente irrelevante e indiferente.
Con todo, y aprovechando que este es mi pequeño espacio de "dictablanda", me permitiré darles algunas explicaciones.
Lo primero que habría que decir -y esto es una máxima para mí en este blog- es que no hay discusiones cerradas aquí. Por lo que si quieren seguir participando en la(s) columna(s) anterior(es), sean bienvenidos/as.
Lo segundo, es que mis continuas -y culposas- faltas a mi compromiso (de publicar semanalmente) durante el último par de meses encuentran su razón en el mismo objeto de esta columna: carecía del tiempo necesario por estar preparando mi partida a Washington D.C.
Los detalles de tal partida y sus razones son conocidas por quienes tienen el (dis)gusto de conocerme personalmente. A los demás les pido disculpas, pero no me gusta mucho escribir sobre mi vida privada aquí.
Lo concreto es que es un viaje que no tuvo mucho tiempo para prepararse y que se prolongará por al menos un año.
Frente a eso, y sumado a la costumbre que tengo de referir a contingencias nacionales, fue legítimo que me preguntara acerca de la pertinencia de seguir manteniendo este espacio y la costumbre de escribir en él.
Acogí la sugerencia de gente amiga-lectora de mantenerlo pese a la distancia.
Siendo admirador de bloguistas como la Montse, Bitacoreta o Gonzalo Baeza (y otros tantos que ahorita no recuerdo), que insisten en publicar desde estas tierras, me convencí que no era condición sine qua non el estar ahí para escribir sobre. No obstante, tampoco me acomoda mucho la idea, por lo que he decidido -y he aquí el "cambio de folio"- referirme a la contingencia chilena cuando me den ganas (y me dé el pudor), pero incorporar también a este blog las impresiones que me va dejando esta ciudad, y eventualmente este país. Para ello habrá una nueva sección (capital imperial) que se inaugura con esta columna.
Espero no aburrirlos, prometo que no será nada parecido a una bitácora de viaje o algo así. Pero -y disculpen la franqueza de mi egoísmo- la principal razón para seguir escribiendo aquí es que dicho acto aún conserva el sentido terapéutico que me motiva.
Por ahora, les puedo contar que llegué recién el martes, luego de un viaje que debe haber durado unas 13 horas en total, 8 de las cuales las dormí gracias a un regalito de un amigo médico.
La paranoia gringa en los aeropuertos se hace sentir y uno debe quitarse todo lo metálico y los zapatos, pasar por detectores que parecen teletransportadores, y sentir que uno es un delincuente o terrorista por defecto.
En todo caso, esos casi 500 dólares en impuestos que aparecen en el pasaje adquieren visibilidad por toda la parafernalia destinada a la seguridad.
Una vez en Washington, son las ardillas (que reemplazan a nuestras poco glamorosas palomas) uno de los primeros avisos que permiten incorporar el hecho de que uno está en otro país. A esto me refiero con que me suele pasar, las veces que he viajado a otros países, que me cuesta un tiempo "sentir" que estoy en otro país. No sé si me explico...
Otros avisos que ayudan a integrar dicha sensación son los autos (modelos que no hay en Chile, o las patentes distintas) y las tiendas y lugares para comer.
Hasta el momento es una ciudad bastante amable y con una cultura de parques y áreas verdes envidiable.
Para los ciclistas (está lleno acá) es un lugar ideal. Hay muchos lugares para estacionarlas, y no contentos con poner estacionamientos en las estaciones de metro, se pueden llevar las bicicletas en el metro mismo (en los extremos de los carros) y en las micros (una plataforma delantera).
Está lleno de gente de todas partes del mundo. Es una ciudad muy cosmopolita. Y sorprende la cantidad de lugares donde se habla español. Da la sensación de que latinoamérica se estuviera tomando este país desde abajo, en venganza...
De hecho, ya hay más hispanos que negros en EEUU.
Estoy recién llegando y todavía no he profitado de la cantidad de museos y lugares turísticos gratuitos que hay acá.
Tampoco he sentido esto de estar en la capital del poder político mundial y del lobby. Todavía...
Varios me han dicho que esta ciudad es un "outlier", algo que se sale de la norma, dentro de las ciudades gringas. Puede ser.
Por ahora el verbo guía es "aprovechar".
Por Favor, reAcciones